Son las 9:00 de la mañana. A mi compañero Carlos y a mí nos cuesta un poco decidir quién se levanta a coger el dichoso teléfono que nos despierta cada mañana. Como siempre, se levanta él, tiene mucho menos aguante que yo. Bajamos a desayunar, el desayuno no es el que me gustaría, pero no importa. Sabemos que al acabar nos espera nuestro verdadero desayuno en la habitación: "pan con nocilla", recién llegada de la mismísima España.
Después de nuestro buen desayuno, cogemos el autobús y nos vamos al gimnasio. Hacemos un poco de musculación, y como yo voy sobrado en esta disciplina intento ayudar a los más flojitos como a Betao y Schumi. Ya de vuelta en el hotel, llega la hora de comer, y con sólo un par de días aquí me doy cuenta de lo que echo de menos la comida de mamá.
A las cinco de la tarde llega la hora de despertar de la siesta y irnos a entrenar. Esta vez esperamos no dejarnos a nadie en el hotel como pasó ayer. Juan, que es el encargado de no dejarse a nadie en tierra, empezó su habitual rutina: "A ver. Dos y dos son cuatro, cuatro dos son.... dejar de moveros". Y nos dejamos al doctor.
Ya concluído un duro entrenamiento y de haber cenado tranquilamente llega la hora del POKER. La mesa está organizada y los cinco jugadores en sus asientos, Torras, Daniel, Juanra, Ortiz y yo. Lo que ocurrió durante esta hora y media y el resultado de esta partida, queda bajo secreto de sumario, no vaya a ser que alguna mujer, novia o madre de alguno de los participantes de esta partida pudiera leer este documento y hubiesen fatales consecuencias.
Son las 00:00. Acabo el día. Hora de acostarse.
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