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lunes, 26 de enero de 2009

Jóvenes cambian la universidad por el póker

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Un día de trabajo de Andrés Herrada (22) nunca comienza antes de las nueve de la mañana. Desayuna con calma, a veces se entusiasma con la idea de ir al gimnasio y recién alrededor de las 11, se sienta frente al computador.


Su labor consiste en desafiar a jugadores de póker de todo el mundo y ganar la mayor cantidad de manos posibles.

Nunca "trabaja" más de cuatro horas, pero ya ha reunido plata suficiente para comprarse dos departamentos, un auto e irse a vivir con su polola.

Cuatro años atrás, Andrés no tenía idea de este juego de cartas. En ese entonces se preparaba para estudiar Derecho y su pasión era StarCraft, un videojuego por el cual viajó a torneos internacionales en donde conoció a otros jóvenes igual de fanáticos de los cyber games que él.

Pero con el tiempo, varios de esos amigos comenzaron a emigrar al póker. "Un francés me contó que estaba ganando harta plata, un argentino y un peruano lo mismo, y así varios más. Entonces, en unas vacaciones, me metí a las páginas que te enseñan a jugar", relata.

"Después me di cuenta de que era imposible jugar y rendir en los estudios, porque aunque parezca que juego poco rato, estoy en 16 mesas al mismo tiempo, y eso implica mucha concentración. Por eso tuve que optar", dice Andrés.

La decisión final, a pesar de la oposición de su papá, fue congelar la carrera. Nada raro. Su historia ya se repite entre otros jóvenes en el país.

Hace dos años, René Manzano (24) tomó la misma opción y abandonó Ingeniería Civil por el póker. "No creo que retome los estudios. Tampoco me veo jugando póker toda la vida. Quizás me meta en el área de las inversiones. Trato de no pensar mucho en eso. Pienso en el ahora no más, y ahora estoy feliz".

René dedica cinco horas diarias a las cartas. "Cuando no estoy jugando, estoy estudiando póker, porque es importante analizar los datos", asegura.

La inscripción al Latin American Poker Tour, que se realizó en Viña del Mar la semana pasada, costaba 2.500 dólares, pero eso no impidió que muchos jóvenes participaran. Entre ellos estaba el argentino Matías Tournier (25). A él, como a Andrés y a otros participantes, lo auspició una casa de apuestas online. En su caso, la empresa europea Unibet le pagó incluso la estadía.

Con esa misma estrategia ha viajado a torneos en Costa Rica, Uruguay y Bahamas. No se arrepiente de haber dejado sus estudios de Economía. Sabe que como él hay muchos: "Uno siempre se encuentra con la misma gente en los circuitos en vivo. Y en los foros que hay mientras se juega en internet, uno va conociendo a más personas".

Sólo hombres

En el torneo de Viña casi no hay mujeres. La mayoría de los jugadores son jóvenes y sobre la mesa de juego instalan su iPod última generación. El jockey y los anteojos oscuros parecen ser el uniforme obligatorio. La idea es que nadie vea donde miran ni pueda predecir sus expresiones, algo muy útil sobre todo para una generación acostumbrada a jugar frente a una pantalla.

José Luis Capdevila (22) no se saca sus audífonos. Él es uno de los pocos que no se han retirado de la universidad a pesar de su amor por el juego. No le gusta hablar de cuánto gana en el póker, pero según sus compañeros, en los buenos meses un jugador virtual puede obtener hasta 5 millones de pesos, aunque algunos superan esas cifras.

"Muchos gamers se cambiaron al póker. Los ajedrecistas igual, porque son muy disciplinados y pueden pasar horas haciendo lo mismo. Y esto, además de ser divertido, es lucrativo", dice Jesús Toledo (26), creador de PokerChile junto a Mauricio Araneda (28), una página que ya tiene a 13 mil usuarios nacionales. La mayoría jóvenes.

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